Desde el martes pasado, la mayoría pensante de la población mexicana nos encontramos consternados y tristes por el sensible fallecimiento de nuestro Secretario de Gobernación Juan Camilo Mouriño Terrazo y todos sus colaboradores, así como de las víctimas del desplome de la avioneta que se encontraban en tierra.

Un incidente lamentable de esos que tardan tiempo en olvidarse, de esos que cimbran la sensibilidad de un ser humano, de esos que independientemente de nuestra ideología o posición generan solidaridad con los deudos, sobre todo con aquellos pequeños cuya infancia se ha marcado.

Patente se ha hecho su legado, hoy por la mañana a las 9 horas, se llevaron a cabo los funerales de los funcionarios acaecidos, en el campo Marte, con el sol y un cielo limpio, bajo el lento hondear de la bandera mexicana, bajo los lentos sollozos y pensamientos, recuerdos llenos de dolor que nos dejan un gran vacío. Líderes políticos de todos los partidos, representantes, empresarios, miembros de la sociedad, e incluso aquellos que tiempo atrás fueron grandes rivales, juntos ahora, recordando la grandeza de un mexicano ejemplar como dijera el presidente.

Los que lo conocimos a través de los diarios y los noticieros pudimos apreciar parte de su inteligencia, su habilidad estratégica y su calidez humana, no quiero imaginar lo que deben sentir aquellos que convivían de manera cercana y frecuente con él.

Nuestro presidente ha perdido no solo a uno de los funcionarios más importantes de su gobierno, si no a un gran amigo, en su voz y en su mirada, incluso en su caminar se observa el dolor que siente y que trata de mitigar, se le escucha la voz como deseando expresar el duelo interior que debe sentir, como recordando la última vez que vio directamente a los ojos a ese amigo que ahora sabemos, era como un hermano.

No necesitamos enviar nuestras condolencias en desplegados en los grandes diarios de México. Elevando la más sencilla y humilde pero sincera de las oraciones a Dios por ellos, nos hacemos partícipes y solidarios con sus familiares.

México perdió a uno de sus ciudadanos más leales.