No todos los imperios se han formado visible y colosalmente roca sobre roca ante la mirada fija del sol y cubriendo con la sombra de la esclavitud a los pueblos, no todos los imperios han sido formados desde el temple de un líder con nervios de acero y carácter de titanio, no todos los imperios se han erguido sobre las espaldas de esfuerzos de fieles que darían todo por su bandera, su nación o su líder, no todos los imperios salieron desde la tierra ante la mirada atónita del mundo hasta ese entonces conocido abriéndose paso majestuosamente y reclamando un enorme lugar en las páginas de historia.
Hay imperios que con el silencio y la sutileza como armas principales han ido enraizando los cimientos de los paradigmas que abraza la mayoría, inundan y se clavan lenta y dolorosamente sobre los pies de los paradigmas a los que la mayoría se aferra, no se preocupan por destacar, al contrario se ocupan en pasar desapercibidos, base de su estrategia para la efectividad del ataque sorpresa.
Una vez inundado todo el cimiento engrosan las raíces resquebrajando lentamente toda la roca, volviendo la solidez y fortaleza tan solo un amasijo de escombros que en segundos caen como hojas secas y basura.
Esos imperios dicen "Aquí estoy" cuando ya nada se puede hacer para evitarlo, esos imperios son los más peligrosos pues su sola presencia son un firme recuerdo de lo que habremos de añorar y no valoramos en el pasado.
Pueden ser motivos de cambios positivos, es cierto. Pero la gran mayoría de ellos no lo son, son solo mercenarios ambiciosos viles y materiales que azotan la tierra y la población sobre la que se levantan. ¿Qué podríamos esperar de un imperio que ataca por sorpresa, que espera años oculto para un día emerger como tirano?
Hay imperios así que se levantan sobre el pensamiento de los individuos, sobre sus razonamientos, se colocan entre su moral o en el peor de los casos obstruyen su conciencia. Muchos de ellos también tienen en la torre principal y más alta a una princesa llamada nostalgia.
