En menos de 48 horas estaremos presenciando el fin de una era, la toma de posesión del presidente Barak Obama y la consecuente salida del presidente W. Bush como cabeza del gobierno norteamericano.Para muchos (norteamericanos o no) este hecho había sido esperado desde hace más de 4 años, y sucede que todo aquello de lo que fuimos testigos en la gestión de George Bush incomodó a incontables sectores de la sociedad mundial, llevando al 43º presidente de Norteamérica a salir del poder como uno de los presidentes con mayor impopularidad entre su mismo pueblo.
Personalmente siempre he sido partidario de los republicanos, y confieso que en 2000 apoyé su candidatura (de manera ideológica), sin embargo los acontecimientos negros que ya conocemos (11S, conflictos armados y últimamente crisis económicas) exigieron del presidente en curso mayores habilidades, gran capacidad y rapidez de reacción ante los acontecimientos así como un enorme fortalecimiento de las relaciones publicas y de medios dentro de su país y el mundo.
En ese entonces, en 2000, la percepción de las distintas sociedades era positiva, iniciábamos el tercer milenio y en general la civilización entera entraba con nuevas esperanzas y empeños, si la mayoría empieza cada año nuevo con propósitos nuevos y sensaciones positivistas, por qué no el inicio de milenio. Norteamérica seguía siendo el motor económico mundial, el águila y las barras y las estrellas, el pentágono, la casa blanca, el capitolio, el wtc y la estatua de la libertad, símbolos del poderío estadounidense y su prosperidad fundamentada en la libertad de sus habitantes.
Pero el evento con el cual todos los que se subieron a su nube cayeron de un solo golpe, fue el atentado terrorista contra las torres gemelas del WTC el 11 de septiembre del 2001, este hecho cimbró a los norteamericanos y al mundo entero, nos dejó en claro muchas cosas: nadie está a salvo. El país más poderoso del mundo había sido golpeado en los puntos más sensibles de su estructura democrática y emblemas de poderío.
Muchos hemos escuchado teorías de conspiración a cerca de este hecho, aunado a la cobertura oficial mediática de ese entonces alrededor del asunto y aunque algunos, una vez analizando las cosas desde nuestra particular perspectiva, llegamos a pensar en la posibilidad de que dichas teorías no fueran del todo descabelladas, lo que importa aquí es que este suceso desencadenó la acción militar de parte del estado contra sus enemigos: el mundo árabe.
Independientemente de los errores que se cometieron (que por supuesto que hubo) la incursión terrestre sobre Irak y Afganistan marcaron la administración Bush desde el primer periodo. Las voces de los pacifistas no se hicieron esperar, nadie estaba a favor de la guerra a excepción del ejecutivo y el congreso norteamericanos, pero … ¿En verdad existían otras salidas más viables al asunto?
Claro, aquí muchos atacarán diciendo: Todo menos la guerra, la guerra jamás será una solución, y estoy de acuerdo, sin embargo cuando el país más poderoso del mundo tiene brechas de seguridad que ponen en peligro la vida de sus habitantes, el estado está obligado a restituir esta seguridad, mucho más en un país industrializado de primer mundo. De esta forma, cuál hubiera sido el resultado de no enfrentar la amenaza terrorista con total firmeza: ¿La muerte de miles de civiles en las calles de New York?, ¿La muerte de civiles inocentes en el subway, carreteras y centros comerciales en California, Washington, Chicago, Atlanta? Quizás muchos de los que ahora critican como si tuvieran la perspectiva completa de lo que sucede en el mundo y al interior de Washington tanto económica como política, social e internacionalmente, estarían muertos debido a algún atentado. Al respecto cito a Carl Sagan en el Mundo y sus demonios: "Cuando las debilidades que siempre hemos tenido se unen con una capacidad de hacer daño a una escala planetaria sin precedentes, se nos exige algo más: una ética emergente que también debe ser establecida a una escala planetaria sin precedentes".
Lo que es más deplorable es escuchar a medios (que no son especializados, incluso son medios que se dedican a hablar de la farándula y sin embargo se dan el lujo de opinar sobre lo que no saben) criticar la gestión Bush como si de un periodo negro –provocado a propósito- se tratara.
Muchos de las acciones del presidente Bush, desde luego, y a pesar de los acontecimientos son injustificables, la tortura, el pisoteo de derechos humanos, la violación de la privacidad por medio del espionaje, la falta de responsabilidad en el manejo de las variables macroeconómicas y el no signar el tratado de Kioto, y también tenemos recuerdos poco admirables y risueños como aquella vez en la que vimos escupir al presidente en los jardines de la casa blanca, hacer aquella señal obscena y golpearse la cabeza al ingresar en el Marine One.
Pero ahora y con el apoyo de una gran proporción del pueblo norteamericano Barak Obama llega al poder siendo el primer afroamericano que tomará decisiones en el despacho Oval y el Air Force One, la sociedad norteamericana tiene puestas sus esperanzas en este cambio (Yes we can), y a pesar de haberme dicho republicano, también y en honor a la verdad considero que el demócrata era la mejor opción, de igual forma considero que estos aires de renovación favorecen a Washington en su política interior como exterior, esperamos que su gestión regenere la estructura democrática y de confiabilidad de las posiciones en el país, Ataque de raíz la crisis financiera permitiendo la creación de nuevos mecanismos útiles para la fundamentación de un nuevo capitalismo “a prueba de fallos”, que favorezca un gobierno incluyente así como el restablecimiento de la diplomacia eficiente con los países de medio oriente, Latinoamérica y Asia, sobre todo con Iran, Irak, Afganistan, Rusia, Venezuela, Cuba, etc.
Desde luego, también somos lo suficientemente inteligentes para no esperar ningún tipo de utopías con Obama, el ser idealistas se lo dejamos a los poetas.
