Orión en la ventana

21 enero 2017 en 7:26

Me gusta llegar a casa de noche, de madrugada, con esos leves destellos de alegría que solo el vodka puede causarme. En ese silencio delicioso que solo la madrugada y un piso 6 sin vecinos pueden ofrecer, me quito el saco y salgo al balcón, me recibe el cinturón de Orión e inmediatamente la imagen de tu sonrisa y tu voz.  No hay ningún vicio en el que yo haya caído tan vilmente y tocado fondo como al de escuchar tu risa. Esa imagen que me mantendrá despierto quizá hasta el amanecer me doblega de preguntas necias nacidas de un alma poco paciente, rebelde y determinante. 

Me quedo rendido ante esa vívida imagen de ti y pienso: tengo 30 minutos de haberte visto y ya te extraño. Repaso mentalmente y de manera cuidadosa nuestra charla de nuevo, el cigarro esta a punto de morir y el frío me acaricia el rostro, el silencio y la oscuridad bailan tranquilamente en la calle de enfrente, mi cerebro recrea tus palabras y entonces me se perdido, se lo que viene, en instantes vuelvo a percibir tu aroma, no está ahí pero mi cerebro lo recrea para torturarme y deleitarme al mismo tiempo.

A la almohada me llevo esos trucos mentales y espejismos,  se que a pesar de todo, a pesar de la química,  la compatibilidad, tu belleza que radica en tu inteligencia y en tu mirada, y los sueños diametralmente opuestos que cada uno tiene planteado para si,  parece no haber futuro. Pero no me quita el sueño, si no te vuelvo a ver preciosa, estaré eternamente agradecido con el universo por haber vivido esta noche lo que viví contigo. Seré muy feliz viéndote cumplir tus sueños, acéptalo y emprende ese increíble y maravilloso vuelo, que yo mañana cuando despierte ya habré partido también.

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